Dibujo de un gallo rojo posado sobre un arbol con un sol rojo y un arbol seco mientras canta

Relato Corto: El gallo Rojo del Amanecer

Una vez, mientras la noche moría al son de los relojes,  mientras débil y cansado cavilaba entre montones de páginas embebidas en fría ciencia, oyóse de súbito a lo lejos, el canto de un solitario gallo que anunciaba el amanecer.

El golpeteo de las ramas que movía, armaba una inexplicable orquesta de sonidos enigmáticos y desconcertantes, y el viento que las alejaba y atraía componía aquella inquietante escena de sombras danzantes a la luz de los faroles.

¡Ah! Aquel claro recuerdo de un cálido verano;

Sombras danzantes, hijas de los árboles en romance con los faroles, se agitaban inquietas sobre mi escritorio, recordándome dolores.

Dolores, mi perdida Dolores, doncella radiante incomparable entre las flores, Dolores, quien de mí el tiempo ha arrancado, retratada aquí en macabra danza de sombras y faroles.

Y el triste quejido de ramas, puertas y paredes, rasga aquel intenso silencio que se llenaba de inimaginables terrores jamás antes sentidos. Y aquí, agitado y de mi silla ya levantado, con un intento desesperado de callar aquellos pensamientos desaforados me digo:

“Es un gallo y nada más”.

Ahora, escudado en el ánimo de aquellas palabras, ya sin dudas irracionales, me acerco a mi ventana, buscando aquella ave que de mis cabales me sacara, observando inquieto entre las ramas, sin poder encontrar nada, solo oscuridad, y nada más.

Permanecí entonces, mirando por mi ventana, escrutando rincones lejanos ahogados en las tinieblas previas a la mañana, soñando sueños que ningún mortal habría deseado soñar, dudando sobre si lo que escuche era real.

Mas en el silencio que entonces reinaba, allí, entre miedos y horrores, proferí apenas una palabra: “Dolores”.

Lo pronuncie en musitado discurso, y el eco de las calles me devolvía mis palabras distorsionadas en pedazos, eso escuche y nada más.

Volviéndome a mi silla, en aquel cuarto, con el alma agitada de tanto pesar, no tarde en oír de nuevo aquel canto una segunda vez desde aquel ramal.

“Es solo un gallo, es solo eso y nada más, dejad que me asome a la ventana y pronto alcanzar toda la verdad. Que el misterio de aquel canto no arruine el silencio que busca mi alma, tan solo quiero eso y nada más”.

Imprudente, temeroso, apresurado y aterrado, arremetí contra la ventana buscando el origen de aquel canto, y estaba allí, un sencillo gallo rojo, flaco y desgarbado, acicalando sus desordenadas plumas, preparándose para cantar, pero interrumpió su formal ritual para quedarse observándome, impasible, imperturbable, culpándome de cualquier pesar, narrando mis desventuras, pero el gallo no canto ni una vez más.

Cuanto asombro causa un gallo desgarbado dejando de cantar, mientras el reloj continuo asesinando la noche que no deja de avanzar, mientras tan solo mira desde lo alto de aquellas ramas, con sus ojos dorados y plumaje rojo, con una cresta alargada como corona de llamas en un altar.

Se quedó quieto, observando mi ventana:

“Ya se ha de marchar, como otros me han abandonado, este también lo hará”.

Mientras eso pensaba, el gallo distrajo su mirar. Moviendo vetustas alas, comenzó a cantar, y el canto que entonces profirió, como un clamor de un infierno lejano se tornó, dejándome desconcertado ante la presencia de un solo gallo que de mis pensamientos me alejó.

“¡Largo de mi ventana, pájaro maldito!” – grite ante su impasible mirada

“¡Fuera de mi alcance, maldito pájaro, vuela lejos de aquel viejo ramal, olvídate de tu ardua tarea, y déjame solo en mi pesar, quita tu rojo plumaje de mi atormentado corazón, no sigas atormentándome con el recuerdo de Dolores!

¡Apura tu feroz y rojo plumaje, vuela lejos del recuerdo de Dolores, olvida aquel dulce recuerdo que embarga todas mis noches, y deja a este pobre corazón en paz!”

Y el gallo, persistió en su mirar.

“¡Acusador!” – Exclame – “¡Hijo de demonios! ¡Engendro de Alectrión!

¡Vuelve lejano y cumple tu misión, se llevado lejos por tormentosa tempestad, lejos de este refugio desolado e impávido, de este hogar hechizado por el horror!

¡Profeta del amanecer! Dime, de verdad, te lo imploro

¿Hay, dime, hay bálsamo en Galad?

¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas, dile a esta alma abrumada de penas, si en el remoto Edén ella le perdonará!”

Pero el gallo, no volvió a cantar.

“¡Sea tu silencio nuestra señal de partida, pájaro o engendro infernal! – le grite presuntuoso.

¡Vuelve con la tempestad del viento que te arrastro a ese viejo ramal!

¡No dejes pluma roja alguna o prenda de tu presencia acusadora que profirió tu espíritu!

Deja mi soledad intacta.

Abandona la copa de aquel viejo ramal.

Aparta tu llameante corona de mi corazón y tu infernal figura de aquel viejo ramal.

Pero el gallo, no desistió en su mirar.

Y el gallo, nunca emprendió el vuelo.

Aún sigue posado presuntuoso desde aquel viejo ramal.

Y sus ojos tienen la apariencia de un demonio que está soñando.

Y la luz de los faroles se sigue colando entre las ramas engendrando danzantes y macabras sombras añadidas a la inquietante forma de ese gallo posado en el ramal.

Pero el gallo, nunca más volvió a cantar.


Nota del autor

Este relato experimental buscaba crear una versión de “El Cuervo” de Edgar Allan Poe personalizada, agregando elementos mas comunes para la cultura de donde vivo ya que no hay cuervos (de hecho casi ningún córvido) en la región. Reciclando los elementos de el esqueleto de la obra original y el lenguaje anticuado, intenté crear un homenaje al trabajo original, sin embargo algunas cosas están calcadas del mismo, por lo que no me doy por satisfecho. Es una obra vieja que escribí en el año 2015 ya, siendo 27/11/2023 la fecha de publicación en este blog. La imagen destacada la cree con Bing Chat.

Creado:16/09/2015 10:01
Actualizado:16/09/2015 14:11

ColecciónRelatos Cortos
TemáticaTerror Psicológico
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