Relato para el segundo reto del grupo Deus ex Machina(actualmente extinto) basado en onironautas, sueños lucidos o relacionado.
Despertó sumido en profunda agitación después de un turbio sueño que no fue capaz de recordar. Lo hizo muy temprano por la mañana como venía haciéndolo desde su juventud y harto de no poder conciliar sueño tranquilo y reparador, consultó tanto profesional como pseudo-profesional se encontró en su camino.
Aparte de hierbas y piedras raras, consejos y manuales, su problema se fue complicando ante lo efectivo de las soluciones en otro aspecto; lo hacían dormir con mayor profundidad.
Revisando libros polvorientos en la sala de su casa, cierta noche tranquila y sabiéndose profundamente dormido en breve debido a uno de los brebajes recomendados, encontró uno sobre psicología, no tan antigua como sonaba, no tan obsoleta como la creía.
Hojeando página a página, saltando temas desde erecciones en la infancia hasta parafilias perturbadoras, encontró un capitulo pequeño, casi insignificante cerca de otro no más grande sobre hipnosis, tratando al sueño como un medio del cerebro para proyectar y limpiar los desperdicios acumulados durante el día.
Leyó que el sueño profundo era aquel en el que se manifestaban los sueños y que algunas personas, sea por entrenamiento o por don de nacimiento, eran capaces de controlar su sueño en cierta medida y recordar exactamente lo que habían soñado.
El aburrido capitulo se empeñaba en describir lo desconocido con tantos términos técnicos podía, describía con obstinación análisis físicos a cerebros de personas normales y onironautas para finalmente rendirse ante la falta de evidencias científicas y claras que dé una explicación a tal estado.
El autor cerró el capítulo resignado con una sugerencia personal, probablemente por experiencia propia o consejo de alguien que haya vivido la experiencia; cuenta ovejas mientras te dices que estas soñando.
— Una oveja, estoy soñando.
— Dos ovejas, estoy soñando.
— Tres ovejas, estoy soñando.
— …
— Cuarenta y ocho, estoy soñando.
Aburrido de seguir el resignado consejo del autor, cerró el libro y se dio cuenta de que el efecto de la medicina debió hacerlo dormir hace mucho.
La ligereza de sus brazos sosteniendo el libro le pareció extraña, ningún sedante ha hecho tal efecto en su cuerpo antes y, asustado, lanzo el libro lejos, pero este nunca se alejó.
— Cuarenta y nueve, estoy soñando” — Exclamo al recordar lo último que leyó. — ¡Estoy soñando!
La sala seguía tal y como estaba siempre.
El mueble donde se había acostado para leer, la televisión en la mesita junto a la pared, el teléfono en la otra mesita y las puertas y las ventanas y el techo… Todo perfectamente normal.
— Cincuenta, ¿Estoy soñando?
La duda ante algo seguro lo hacinaba abrazado a sus piernas en el mueble, incapaz de bajar para confirmar la verdad. Siendo esto un sueño, seguro encontraría en cualquier lugar y momento, aquello que lo despierta a la fuerza por las mañanas, aterrado y agotado, pero no sabe que es.
Y el tiempo pasó, más bien, no lo hizo.
El reloj de pared nunca avanzo de las doce, quien sabe si de mañana o de noche pues, las ventanas están cerradas con cortinas.
El aburrimiento y la curiosidad pronto lo obligaron a levantarse de su lugar seguro, buscando a tientas sus sandalias para poder comenzar a explorar.
— ¿A tientas? — Se preguntó, mientras abría los ojos todo lo que pudo para entender la situación.
La sala estaba exactamente como la recordaba, igual que la última vez, con las luces apagadas excepto una pequeña lámpara de lectura cerca del mueble donde recostó su cabeza, pero la podía ver a la perfección, con todo detalle a pesar de que las ventanas estaban cerradas, las luces apagadas y no tenía puestos sus lentes para su pronunciada miopía.
El foco de la lámpara de lectura seguía encendido, pero no proyectaba ningún haz de luz. Todo parecía haberse congelado en el tiempo y, para su alivio, también sus sandalias estaban en el suelo, librándolo de confirmar alguna sorpresa de su perro en el suelo, sea en el sueño o realidad.
Sea de día o de noche, la situación era difícil de confirmar; las cortinas parecían de acero y era imposible apartarlas de la ventana.
Intento ver detrás de ellas pero era negro, no oscuro, si no, como la carencia de existencia, como si su mente no pudiera rellenar ese espacio pues no conoce lo que hay allí.
Continúo explorando la sala con cuidado, con una extraña mezcla de miedo a descubrir algo horrible y fascinación al no necesitar más de sus gafas.
El suelo limpio, los muebles ordenados, las paredes blancas y las puertas cerradas.
El pasillo a las habitaciones le resultaba poco tentador para explorar, él quería salir, descubrir lo que había afuera así que se dirigió a la puerta, acciono la cerradura y forcejeó para poder salir.
Ya no le importaba si estaba en un sueño o no, estaba decidido a salir, por lo que, asumiendo estar soñando y que él tenga el control, forzó su imaginación para dibujar lo que faltara detrás de la puerta.
Insistió tanto que la cerradura cedió, y al abrir la puerta, sintió un súbito deseo de morir.
El sol de la mañana lo despertó lentamente de su sueño, y se descubrió acostado en el mueble sintiendo una gran opresión en su pecho.
El libro, pesado tomo que leía antes de dormir ahora era como una enorme roca que lo aplastaba impidiéndole moverse y, queriendo gritar al sentir salirse su corazón por la violencia con la que palpitaba, vio acercarse una sombra de reojo, algo amenazador que casi sintió como una burla por parte del autor quien, tal vez olvido mencionar que algunas personas podrían experimentar parálisis del sueño.
4 respuestas a “Onironauta”
Parece poema en algunas partes o_o
Ah, es algo que tengo que corregir todavía :c
Está bueno, acertado final 👍
Me pareció bueno 😀
La técnica para desprenderse fue aceptable…