Capitulo 7 – R-Aegis

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Dorian no está preocupado por sus heridas, de alguna forma sabe que no morirá por un daño de esa magnitud, sin embargo teme que de seguir recibiendo ataques, su cabeza termine siendo destruida.

Usando lo que queda de sus brazos, se arrastra dejando una estela de sangre y órganos. No puede ver a Aegis quien sin embargo, aún se oye gritar a lo lejos y mientras intenta escapar, toca a otras personas que duermen en el campo.

Esta vez, no ingresó en sus sueños. Las personas tan solo se volvían polvo y la mente de Dorian se inundaba de nuevos recuerdos vidas ajenas.

Siente que su cabeza va a explotar, el dolor de su cuerpo mutilado no se compara y empieza a retorcerse y gritar, alertando así a Aegis quien ve cómo uno a uno sus hijos siguen desapareciendo.

— ¡Alejate de mis hijos! — grita mientras lo golpea con tal violencia que es arrojado casi a la periferia del campo donde duermen las personas.

El cielo se empieza a nublar. Aegis vuela por todas partes mientras murmura “¿Qué es aquello que trasciende la vida?… Nunca me dijeron si eran felices… Despierten… ¡No! ¡Duerman y sean felices!”

Mientras tanto y ante el asombro de Dorian, sus brazos han vuelto a crecer, su cuerpo se regenera a gran velocidad y en poco tiempo puede ponerse de pie y contemplar a Aegis totalmente descontrolada, cuyos gritos, aunque ruidosos, no transmiten gran carga emocional, sus palabras sin embargo demuestran frustración, confusión y miedo.

Después de observar un momento más, espabila y busca una salida. Continua alejandose del campo. “Debo salir de aquí y encontrar respuestas” murmura entre dientes poco antes de estrellarse contra un muro invisible el cual cede fácilmente revelándole de nuevo el edificio donde encontraron al joven que ahora es solo un montón de huesos secos.

Dorian observa a su alrededor. Detrás de él unas prolongaciones oscuras se abalanzan desde donde vino, casi distorsionando el espacio a su paso y empieza a correr.

Un fugaz recuerdo le indica una sinuosa ruta entre los edificios que lo lleva a un pequeño refugio oculto debajo de un montón de escombros. Allí, una primitiva puerta de madera le conduce a un sótano oscuro que repentinamente parece iluminarse. Las risas de unos niños se oyen a lo lejos y una mujer se asoma por uno de los pasillos con una amplia sonrisa.

— ¡Eleanora! — Exclama — ¡He vuelto, querida! ¿cómo están los niños?

Dorian se detiene en seco. La mujer frente a él no se mueve pero sigue sonriendo. No le parece conocida pero la siente tan familiar. Siente un gran deseo de saltar sobre ella y abrazarla, cubrirla de besos y de reunirse con los niños que ahora se asoman risueños por los pasillos.

— ¿Quién eres? ¿Por qué no dices nada?

La imagen de la mujer se ha paralizado, igual que la de los niños y la luz se vuelve tenue y parece parpadear. El suelo tiembla y una gruesa capa de polvo se acumula a sus pies. Su piel anteriormente delicada se marchitó y se convirtió en polvo, mientras que las risas de los niños se convirtieron en llanto y una profunda desesperación atravesó el corazón de Dorian.

El pasillo volvió a estar oscuro, vacío y lleno de polvo. Un sensor en una de las paredes activó las luces iluminando el camino que llevaba a una habitación amplia y a otro pasillo lleno de puertas cerradas.

Una de ellas, diferente a todas las demás tenía un panel numérico que se iluminó al acercarse.

Las risas de los niños volvían a sonar detrás de él, pero se apresuró a escribir la secuencia que recordaba con excepcional fluidez.

— ¡Has vuelto Alfred! ¿Qué ha pasado afuera? tras casi dos mil años pensé que no ibas a volver… ¿Espera, quién eres?

Dorian observa con una nostalgia que siente ajena, un borroso holograma idéntico a la mujer que le recibió en el pasillo y sin pensar, respondió.

— Lo siento Eleanora, no podré volver. Mi castigo por haber vivido dependiendo de sueños es haber sido condenado a uno eterno. Por favor, ayuda al hombre que me ayudó a despertar. Usa el protocolo de transferencia R-L y prepárate para la reunificación con Aegis.

— ¿No volverás…?

Dorian no volvió a contestar. Aquella fuerza que le impulsaba a hablar finalmente se había callado. La figura difusa guardó silencio por unos instantes y entonces comenzó a definirse.

— Muy bien, Protocolo aceptado. Solo hace falta la clave de Wert para continuar. Serás mi compañero hasta nuevo aviso así que permiteme presentarme, Soy R-Aegis. Conocida mejor como Eleanora por Albert Bright

La apariencia del holograma se definió por completo tomando la misma apariencia que tenía Aegis en el campo donde dormían las personas. Mientras tanto, el crujido del metal retorciéndose comenzaba a sonar a lo lejos y el suelo comenzó a temblar.

— ¡Rápido, necesito la clave Wert!

— ¿Qué es eso? — ¿No la tienes? no importa, salgamos de aquí. Parece que dos mil años han bastado para que fuera sea una auténtica locura.