Un pájaro haciendo nido sobre un sombrero, en una mesa que tiene un teléfono rojo y una jaula rota.

El Nido en el sombrero

Lo recuerdo, mi abuelo me lo dijo, me advirtió que sería difícil, el mar suele ser bastante cruel con sus visitantes y sin embargo yo, como el capricho de la vida que siempre fui, decidí hacerle caso.

Adquirí un profundo respeto por el mar, y mi abuelo me enseñó todo lo que sabía sobre él. Le estoy muy agradecido por ello. Me mostró sus maravillas, su poder, su inmensidad, todo sin dejar de pescar.

Lo que nunca entendí, es ¿Por qué se veía tan feliz recogiendo aquellos engendros ocultos allí?

Un pescado, la cena de hoy.
Un calamar, el almuerzo de mañana.
Dos corvinas para llevar a la tienda.
Un atún, para vender en el mercado.

¡Qué horror, Que horror!
¿Cómo se supone que iba a comer eso?
¡¿Cómo se supone que toque esas barbaridades?!

No lo iba a hacer, y escapé. Dispuse de mis habilidades a mi huida, descubriendo nuevos lugares donde conocía comidas cada vez más exóticas, pero jamás probé algún producto del mar. Un hombre tiene que conocer sus prioridades.

Pero siempre regresaba.
No soy un tipo malagradecido, se dónde está mi lugar, así que, de mis constantes escapes, solía traer parte de mis aventuras.
Dinero, comidas, artilugios, historias y recuerdos, todo lo compartía con mi abuelo, el cual parecía disfrutar de mis disparates, no sin antes sermonearme sobre los peligros del mar y los beneficios de sus productos.

Si, si, lo sé, los conozco, se todo lo que me dices, pero igual, no estoy dispuesto a tocar a esos monstruos.

¡Qué bullicio!, ¿Está sonando un teléfono?
¿De dónde viene? ¡Que alguien conteste ese condenado aparato del demonio!
¿Qué pasa?
¿Dónde se va todo?
¿Abuelo?
¿Dónde vas? ¡Vuelve!
¡AH! ¡Contesten el jodido teléfono!

Me sacudo compulsivamente buscando encargarme de tan molesta situación, sin embargo, al parecer, todo ha sido un sueño. Observo a mí alrededor y me veo rodeado del mar que siempre me acogió.
Gracias señor mar, si tuviera que ponerte un nombre, te llamaría Neptuno, pero no te trataría como a un dios, sino más bien como a un padre.

Un pájaro negro de humo, un teléfono y una jaula. Dibujo propio.

¿El teléfono sigue sonando? Al parecer, parte de mi sueño se ha quedado en la realidad. Un pájaro picotea insistentemente un viejo teléfono, como el que tenía mi abuelo.
Ya veo, creo que el teléfono le estorba, ha hecho nido en un sombrero y trata que quitar el teléfono para estar… ¿Más cómodo?

Oye, condenado pájaro, hay lugares más cómodos para anidar, ¿sabes?
Mira, hasta esa jaula sería mejor si lo que quieres es tener crías. Ni siquiera está cerrada, no tienes que preocuparte por quedarte atrapado allí. Aunque, en realidad, los dos estamos atrapados en este barco, a menos que encontremos tierra.

Oh…
Cierto, no he visto tierra desde hace dos meses, sigo a la deriva en el mar y no he comido regularmente.
No, no estoy perdido ni me faltan recursos, tan solo creo que estoy un poco deprimido.

Oye, pájaro sombrerero, ¿Sabes que me pasó?
Siempre he sido un hombre solitario, que ha visto cosas terribles sin inmutarse. Sin embargo, al regresar a mi barco de explorar, me sentí desolado, no tenía fuerzas para nada.

Entre los escombros de la ciudad enterrada, encontré un pequeño juguete roto y una muñeca desgarrada. ¿A quién se le habrá perdido? Pero eso ya no me importa. Supongo que si excavaba un poco más, podría encontrar a sus dueños. ¿Me hubiesen agradecido si les devolvía sus juguetes?
Después de eso, me limite a recolectar recursos que podrían servirme. Bueno, esa era la intención. Sin ganas, tan solo cargaba lo que encontraba en mi camino, pero mi habilidad no me abandonó y conseguí muchos recursos que me servirían en mi viaje de regreso.

¿Qué sucedió con el mundo? Sigo preguntándome lo mismo a pesar de conocer la respuesta, después de todo, lo vi venir. Supongo que lo arruinamos en grande.

¿Cuánto llevara el mundo en ruinas?
Si tan solo me hubiese llevado un calendario al escapar, probablemente lo sabría, espero que entre todas las cosas que cargo, haya algo que me permita enterarme de mi situación.

Ah, no tengo ganas de nada…
Hey, tu, pájaro sombrerero.
Dime algo que me anime.
Lo normal, no responde, pero se levanta de su nido y se posa a un lado.
Mi curiosidad ante su comportamiento tan peculiar, me mueve a revisar el nido.
¿Dos huevos?
¿Ah?
¿Crees que no los tengo?
¡JA!
Ya aprenderás, pájaro tonto, descubriré que ha pasado con el mundo, ¡nunca he fallado en lo que me propongo!


Nota del autor: Este relato pertenece a una serie relatos que fueron publicadas en el sitio Literautas.com. El relato anterior a este se encuentra aquí: Aislamiento

Derivado de este relato, existe el proyecto Aislamiento, que unifica los relatos y les aporta mayor coherencia.

ColecciónRelatos Cortos
TemáticaSurrealismo, Terror Psicológico, Paternidad
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