Capítulo 11 – Dueto Sincrónico

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Dorian flotaba desorientado mientras hacía lo posible para poder atender cada uno de los recuerdos que lo desbordaba. El sentido del suelo o cielo era inexistente pues incluso la gravedad se alteraba y de vez en cuando chocaba contra diversos escombros que aparecían de la nada y a la nada volvían. Al mismo tiempo, las hermanas Aegis trataban de recuperar el control o más bien, dominar por completo sobre alguna fuerza desconocida que se había desatado al dividirse el cuerpo de L-Aegis.

— No queda tiempo. El ether se está acabando.

— ¡Dijiste que podíamos generar más!

— ¡Mentí, entiendelo! Por algo lo llamamos “las lágrimas de la diosa” ¡no podemos generar más!

— ¡Los colonos iniciaron una revuelta!

— ¡Los colonos fueron los idiotas que rechazaron el proyecto de transhumanismo! ¡No necesitaríamos del Ether si lo hubiesen aceptado!

— No podemos obligarlos, hemos perdido mucho poder desde que logramos colonizar la cuarta parte del planeta, ahora todos hacen lo que les da la gana y para complicar la situación, cada colonia se ha disperso por la superficie en lugar muy remotos.

— No queda más que asesinar al idiota, ¿verdad?

— No queda más…

El cuerpo de Dorian había dejado de reportar estímulos exteriores, por lo que no estuvo consciente de lo que sucedía.

Diferentes colisiones contra los escombros le habían dañado gran parte del cuerpo y no estaba regenerando, pero logró abrir los ojos en el momento en el que sintió su mente quedarse en blanco.

— ¡No tengo tiempo para conseguir respuestas! — Exclamó — Tengo que detener esta locura. ¡Dispara ahora, pregunta después!

Con dificultad, intentó modificar su trayectoria hasta entonces errática saltando contra los objetos que aparecen y desaparecen frente a él, pero su cuerpo no reaccionaba. Sin los estímulos sensoriales, no sabía cuánta fuerza aplicar o cuando hacía contacto con la superficie, consiguiendo, en el mejor de los casos, salir girando sin control hasta chocar contra otro objeto.

La gravedad finalmente volvió a la normalidad, pero su cuerpo seguía sin curarse. Se levantó y trató de buscar a las hermanas , encontrándolas totalmente paralizadas a lo lejos, entendiendo de inmediato que lograron dominar aquello por lo que tanto lucharon.

— ¡Hey! ¡Niñita! — gritó Dorian temiendo lo peor, pero no obtuvo ninguna respuesta.

Las hermanas estaban paralizadas, su lucha había dejado de ser física y había pasado a un plano mas abstracto donde era imposible saber quién llevaba la ventaja. Entonces, una de las dos comenzó a moverse.

— Las memorias de mis niños me acompañan. El don de la madre me ampara. El don del padre se ha perdido, pero no importa, ya falta poco para que pueda llorar.

Dorian empezó a respirar con normalidad, y su cuerpo empezó a curarse. El flujo del Éter se normalizaba por lo que se puso en pie, tenso y dispuesto a escapar cuando vio a la chica voltear hacia el.

— ¿Dónde está? ¿La estás escondiendo? ¡Damela! ¡Me pertenece! ¡Debo estar completa para poder rescatar a mis niños! ¡El código Wert! ¡Dámelo!

Al verla acercarse, comenzó a correr. Dorian no sabia por que lo perseguiría ya que no había conseguido dicho código y estaba seguro que ella arrasa con él en su búsqueda, pero no quería irse dejando sola a L-Aegis.

Corriendo todo lo que pudo y esquivando los proyectiles que iban en su dirección, rodeó el perímetro tratando de acercarse.

Mientras lo hacía, sintió que su cuerpo era cada vez más fuerte y confiado, por lo que devolvía con golpes certeros los objetos que le lanzaba R-Aegis, que quedaba aturdida al ser golpeada de vuelta.

Aprovechando el momento, aceleró y con un salto llegó cerca de L-Aegis.

— Vamonos de aqui. No se a donde, ¡pero se que lejos!

Levantó apresuradamente el cuerpo petrificado de la chica, pero se detuvo de inmediato al notar que sus pies se habían desprendido de ella.

— ¡Devuélveme eso! ¡Deja de llevarte pedazos de mi!

Dorian se volteó horrorizado al ver a R-Aegis abalanzarse furiosamente sobre él, pero entonces sintió más ligeros sus brazos. El cuerpo de L-Aegis estaba desvaneciendo y se fundía con el suyo. Al ver esto, tomó los pies de ella del suelo y también le dejó fundirse con él, por lo que pudo dar un salto en vertical lo suficientemente alto como para esquivar el embiste de R-Aegis.

Esta vez, al fundirse con el cuerpo de L-Aegis, no fue atormentado por recuerdos sino más bien, sintió nuevas fuerzas fluyendo en su interior.

— Es probable que el código Wert no exista como tal, pero tengo que detener esta locura.

Al sentir que la potencia del salto no lo llevaría más arriba, arrancó su brazo derecho y lo lanzó hacia R-Aegis, atravesándola por la espalda y dejándola clavada al suelo.

Mientras caía, veía a lo lejos como su cuerpo perdía el control esta vez y se separaba en las dos hermanas mirándose frente a frente.

— Es hora de terminar con esto.

Se abalanzó por la espalda de una de las hermanas con tal fuerza que la estrelló contra la otra desestabilizando y fusionando la estructura de ambas, pero su cuerpo comenzó a disolverse.

— Ya he tenido suficiente de esto. Tanto si funciona como no mi plan, me da igual, después de todo yo ya estoy muerto.