Capítulo 1 – Protocolo Aegis

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Dorian deambula por las calles de una ciudad abandonada. Ya está acostumbrado al cambio que hay al ingresar diferentes ciudades, pero el cálido cielo azul no deja de parecerle mejor que el eterno negro del exterior. Las nubes que vagan sin prisa y el aire fresco que llena sus pulmones son habituales señales de bienvenida. Cada rincón de estos sectores parecen ser foco de constante y riguroso mantenimiento, aunque esto solo es una fachada, ya que el lugar no ha sido visitado por nadie desde hace mucho tiempo y son las máquinas las que se encargan de hacer ese trabajo.

Desde que despertó, lo único que hace es vagar por el mundo, explorando y aprendiendo tanto como puede. Aun busca respuestas pues lo ultimo que recuerda es tan distinto a lo que ve ahora que todavia le parece estar en un sueño, después de todo, está seguro de haber muerto mientras escapaba intentando salvar a aquella niña que representaba el éxito de sus proyectos de transhumanismo L’Sys.

De vez en cuando, observa a lo lejos algunos refugiados que han huido de las ciudades principales. Estos suelen transmitirse de generación en generación historias sobre los lugares donde vivían y narraban sus vidas en el momento de la implantación del poderoso protocolo de defensa que se habilitó súbitamente tras un terrible cataclismo.

Debido a las distancias entre grupos, aunque todos sepan lo mismo, cada testimonio manifiesta sutiles diferencias que se incrementan por la transmisión oral de las tradiciones, por lo que al filtrar los datos que parecen fuera de contexto o muy fantasioso se puede llegar a la conclusión de que fue el Convenio Aegis el inicio del fin de muchas colonias.

Este convenio se desarrolló en todas las colonias y se implementó su protocolo homónimo con el fin de instaurar la paz que necesitaban tras un crecimiento demográfico desordenado desde que los colonos llegaron al planeta. Tras algunas pruebas de concepto, los pobladores terminaron aceptando el Convenio Aegis al notar que su objetivo facilitaba la meta para la colonización del planeta. Aun así, los sistemas que regulaban al protocolo Aegis original manifestaban constantes comportamientos erráticos que amenazaban la estabilidad social de los nodos, sin que esto afecte en gran medida la percepción de los colonos de que “Aegis, significa felicidad”.

Los relatos de los refugiados solían cortarse al intentar explicar la felicidad que representaba Aegis para ellos. No conseguían entender qué había salido mal y una mirada pesarosa inundaba sus rostros. Resultaba dificil discernir si ellos deseaban regresar o continuar huyendo a pesar de que no tenían un persecutor real.

Esta no era la única ciudad que ha visitado Dorian, que sin una percepción coherente del tiempo, había viajado por diferentes lugares distantes entre sí. Todas las que ha visitado se caracterizaban por estar abandonadas y, dependiendo del tiempo que lo hayan estado, deterioradas al acabarse la energía que mantenía las máquinas que realizaban el mantenimiento de sus estructuras.

Por eso intentar encontrar respuestas entre las ruinas resultaba infructuoso. Sus conocimientos sobre tecnología resultaban insuficientes debido a la brecha temporal de dimensiones desconocidas para él. Las máquinas que daban mantenimiento a la ciudad carecían de alguna interfaz de comunicación y lo que parecían salas de máquinas tenían paneles muy simples cuyas funciones parecían incompatibles con sus reducidos controles.

Mientras Dorian repasaba en su mente la información que tenía hasta el momento, una voz se escuchó desde algún lugar que no pudo identificar.

— ¿Qué es aquello que trasciende de la vida? ¿Recuerdos?¿Amor?¿Datos?

Dorian escuchó la voz y buscó su origen. Sabía que no había nadie más cerca, pues el silencio del lugar solo era perturbado por sus pasos, aun así, miró en todas las direcciones, buscando a quien le hablaba.
Los humanos eran la menor de sus preocupaciones ya que las ciudades suelen carecer de cualquier recurso alimenticio y mediante una simple mirada es posible saber que toda vida se había extinto mucho tiempo atrás Aun así, ha sabido aprovechar el contacto con los refugiados que deambulaban en el exterior para aprender el idioma actual, el cual parece ser una forma muy modificada del latín. De este modo intentar recolectar la mayor cantidad de pistas posibles.

— ¿Qué te pasa? — Una voz familiar lo distrajo de sus pensamientos— No pareces ser tú.

— ¡Roxana!

— ¿Qué te pasa? ¿Aún tienes esas extrañas pesadillas?

Dorian no salía de su asombro. Se consideraba abandonado en este mundo desolado y se había resignado a seguir la única voz que lo recibió al despertar y le repetía de forma contínua: “recorre el mundo y aprende”, pero él sabía que no podría encontrar ni a su familia ni a sus amigos ya que todos quedaron enterrados en un lejano pasado.

Aunque su fin principal era explorar todo el mundo y entenderlo, no estaba del todo sumido en la ignorancia. A menudo se encontraba con pensamientos intrusivos y recuerdos que le revelaban algunas cosas que no conocía, especialmente su propósito; ser un Regulador.

A pesar de los notorios cambios, Dorian no parecía darse cuenta de lo que sucedía. No se extrañó porque el cielo mutara de un azul…, el cielo había mutado de un azul claro a un gris oscuro y los futuristas edificios fueron reemplazados por antiguas y familiares estructuras que él conocía mientras el ambiente se tornó sofocante.

Roxana lo miraba confundida, con una mezcla de compasión y temor a las pesadillas que él tenía y que sabía que podrían ser premonitorias.

— Roxana… — dijo refugiándose en sus brazos — Ya no quiero soñar más. Ya he tenido suficiente. No quiero ser un regulador ni deambular solitario por este extraño y devastado mundo.

— Ya, ya, calma, solo es un sueño.

— Pero …

— Shh, es solo un sueño.

Dorian empezó a tener dificultad para respirar. Los brazos de Roxana lo rodeaban con calidez, pero cada vez más apretados, oprimiéndolo con una fuerza descomunal.

— ¡Roxana! — Exclamó al sentirse asfixiado mientras intentaba con todas sus fuerzas liberarse.

— Solo es un sueño…

Poco a poco fue dejando de agitarse. No se preocupó por la enorme fortaleza de la chica, aunque pensó que no estaría tan mal morir en los brazos de su amada, por eso cerró los ojos para acabar con su pesadilla plácidamente, sin embargo, cuando dejó caer sus brazos, sintió que en su mano derecha estaba la pistola que solía llevar oculta en su uniforme y no dudó en disparar al estómago de Roxana.

— ¡No es así como te quiero recordar, Roxana! — Exclamó furioso.

— ¿Por qué, Dorian? Yo te ama… —un último disparo interrumpió sus palabras, a la vez que el cielo despejado y claro reemplazó al gris mientras, caía con el rostro embarrado en lágrimas y sangre.

El canto de unos pájaros se filtraba entre las ramas de algunos árboles que intentaban invadir la ciudad mientras él, quieto y mirando al vacío se dejaba caer triste y rendido.

— ¿Secular finis vitae sed non amoris? — preguntó la voz desconocida

— Yo que sé, ni siquiera estoy vivo.

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