Historia del café
Participacion,  Talleres

Uno o Todos

Esta es mi participación para el taller  #quieroserprotagonista del grupo Acordes Literarios donde elegimos a una persona y lo hacemos protagonista de un relato corto.

(842 palabras) #noobcomplex

Uno o Todos

Historia del café
Historia del café

Klara toma un café en una de las mesas de un local en el centro de la ciudad. Lo hace con calma y sin perder de vista la calle y la gente que transita despreocupada. Cierra los ojos para disfrutar de cada sorbo a pesar de que de un momento a otro la tierra ha comenzado a temblar.

La gente se agita, algunos comienzan a murmurar posibles rezos a sus dioses de turno, mientras los cables del tendido eléctrico se mecen como niños jugando en un columpio. Entonces, la tierra deja de temblar.

La gente se siente satisfecha. Muchos se toman el pulso por el morbo de ver los efectos de tal susto. Conversan entre ellos y ríen de las muecas que pusieron al verse sacudidos súbitamente y las mofas se incrementan mientras la adrenalina va descendiendo. A pesar de que un temblor de ese tipo no es frecuente, todos siguen sus caminos hacia sus labores cotidianas y el flujo de la calle se restaura.

Ella toma un pequeño pan que ha pedido junto al café. Se toma su tiempo para sentir su aroma pues aún está caliente, recién salido del horno. A pesar de que casi no quedan comensales en las otras mesas, ella permanece calmada y moja su pan en el café. Entonces comienza a llover.

El flujo de la calle no se detiene a pesar del torrencial aguacero. La gente corre desesperada al darse cuenta de que el agua empieza a empapar sus aparatos y algunos de ellos dejan de funcionar. Nadie reza, nadie ríe. Todos corren de muy mal humor al refugio más cercano. Sea la saliente de un edificio o la parada de bus que tengan a mano, solo se resguardan mientras maldicen al dios de turno. Los vehículos no bajan la velocidad. Tienen que llegar a donde tengan que ir. No les importa bañar con agua lodosa y aceitosa a los transeúntes que no se han refugiado lejos de la carretera. No les importa que el impacto de la ola que crean tumbe a los motociclistas o peatones que se resignan a aguantar la lluvia. Simplemente corren con todo lo que tienen.

El agua se acumula rápidamente. Las alcantarillas se desbordan. Los vehículos dejan de correr al notar que la velocidad hace que el agua los golpee desde abajo y pierdan el control. Algunos de ellos se estrellan contra los edificios agregando más heridos, además de las motos accidentadas. Entonces, deja de llover.

Las alcantarillas finalmente abastecen. El agua corre arrastrando la tierra y lodo que se habían acumulado en las calles. El aire está libre de smog y ya no se ve la niebla que impide ver más allá de siete cuadras. El cielo se ha despejado tanto que el sol brilla en su máximo esplendor.

Ella sigue en su mesa comiendo su pan. No pierde de vista la calle, pero ahora está rodeada de mucha gente que ha buscado resguardarse de la lluvia. Está irritada por la invasión a su espacio privado pero no hay nada que hacer, conforme calienta el sol la gente se dispersa entre murmullos de fastidio y el chapoteo de zapatos remojados.

En su mesa hay un abanico, un cigarrillo, un helado y una pistola. Ella ha venido sabiendo que hoy ha de morir y simplemente tiene curiosidad en que forma lo hará. Indecisa sobre lo que tomar a continuación, se inclina para alcanzar el helado, pero deja caer sus llaves al suelo. El ruido metálico de una enorme viga cayendo llama su atención de nuevo a la calle. El sol ha secado la mayor parte del agua y la gente se reúne alrededor de la viga y sus escombros. Debajo de ella había una mujer embarazada, un niño y un perrito. Nadie tiene la fuerza para levantar el monstruoso objeto y lloran desconsolados. Gritan ferozmente al cielo despejado como si alguien fuera a oírlos arriba y maldicen al dios de turno, a su destino y a ellos mismos.

Ella levanta las llaves y mira a su alrededor. Aún está rodeada de personas que al ver el accidente no se han movido, pero que tienen muecas diversas según su tema de conversación.

Murmuraciones de desagrado y chistes grotescos se desarrollan entre las palabras en sus bocas. Comentarios misóginos acotan el infortunio de la muerte del perrito y celebran la de la madre y su hijo. Aún peores comentarios se desarrollan alrededor del niño del cual apenas se puede ver su zapato ya que su tamaño es inferior al grosor de la viga que lo cubre.

Ella siente asco y dolor de estómago. Ya no sabe si es por la angustia de morir, por el café o por el comportamiento de la gente. Observa su mesa y aún queda el abanico, el cigarrillo y la pistola.

Mirando al cielo despejado trata de centrarse en el sol, pero no puede verlo porque los edificios lo bloquean.

Mirando totalmente vertical al cielo suspira y se pregunta:

— Ya que de todas formas me he de ir, ¿he de llevármelos conmigo?

Volviendo su mirada a la mesa y viendo por última vez la calle, toma el abanico.

drk0027

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